En una fresca mañana en la Escuela Municipal “Sol de Mayo”, los primeros rayos de sol se colaban tímidamente por las ventanas del aula de 1º de Primaria, anunciando un día lleno de magia y aventuras. Los estudiantes, con sus mochilas coloridas y sonrisas que reflejaban la inocencia de su curiosidad, se acomodaron en un círculo que parecía abrazar cada rincón del aula. Allí, en medio del suave murmullo de sus voces y el chisporroteo de anticipación, la maestra doña Luz emergió como la guardiana de los cuentos, lista para transportar a sus pequeños oyentes a un universo lleno de leyendas y realidades propias de nuestra tierra.
La maestra, con una mirada llena de complicidad y un brillo en los ojos, inició la narración con palabras que se deslizaron cual arroyo sereno. Cada oración era un puente que conectaba el aula con paisajes lejanos y misteriosos, donde los montes, ríos y campos se transformaban en escenarios de aventuras inolvidables. Los niños, cautivos de cada detalle, cerraron los ojos e imaginaron el fresco aroma a tierra mojada y el eco de tradiciones familiares, mientras se preguntaban: ¿qué parte de este mágico amanecer en el cuento me hizo soñar más fuerte hoy?
A medida que la historia se desplegaba, el aula se llenaba de una energía palpable y de un respeto silencioso. Cada palabra tejida por doña Luz daba vida a personajes que parecían salir de un lienzo lleno de colorido y emoción, donde los pequeños narradores se convertían en héroes y exploradores. Los alumnos, en un acto de genuina participación, se animaron a preguntar, comentar y reimaginar la trama a su manera, creando una red de voces y risas que resonaba con la calidez propia de nuestras tradiciones y costumbres locales.
El viaje de las palabras continuó, llevando a los niños a adentrarse en un universo repleto de misterios y bellezas. En este tramo del recorrido, cada cuento compartido se fue sumando como piezas de un gran puzle, en el que la imaginación y la colaboración se entrelazaban para construir castillos de pensamientos y emociones. Los estudiantes aportaron sus ideas, compararon sus sueños y reflexionaron sobre lo esencial de escuchar con atención, pues solo así podían descubrir la magia oculta en cada relato y en cada palabra pronunciada con cariño.
La narrativa de doña Luz se hizo más dinámica y profunda con intervenciones espontáneas, en las que cada uno de los compañeros se atrevía a contar su interpretación personal de la historia. La rueda de comentarios se llenó de anécdotas sobre juegos en la plaza, leyendas de abuelos y costumbres propias de nuestro rincón del mundo, haciendo que el cuento se transformara en una experiencia colectiva. Durante este segmento, la pregunta resonante de “¿Qué palabra o idea te hizo soñar hoy?” se convirtió en un puente esencial para el intercambio de sentimientos y reflexiones, impulsando a cada niño a reconocer el valor de la escucha activa y la expresión sincera por igual.
A medida que la aventura se acercaba a su fin, el círculo lector se transformó en un espacio de celebración, donde cada aporte se valoraba y se tejía con el hilo infranqueable de la amistad y el respeto. Los pequeños narradores estaban llenos de orgullo al haber contribuido a un relato colectivo, en el cual cada detalle, cada pregunta y cada respuesta se convertían en tesoros para el grupo. En ese ambiente de colaboración, la maestra invitó a los alumnos a reflexionar sobre la importancia de comprender y valorar la voz de cada compañero, preguntando: ¿de qué manera crees que escuchar y compartir en el círculo fortalecen nuestra imaginación y sentido de pertenencia?
Finalmente, el encuentro se cerró en una nota de satisfacción y compromiso. Al concluir el relato, doña Luz propuso una última ronda de preguntas que encendieron la chispa del pensamiento crítico en los niños: “¿Qué tesoro del cuento te gustaría recordar siempre?” Entre miradas llenas de complicidad, los pequeños expresaron sus sentimientos, recordando detalles como la risa del protagonista, el misterio en un viejo roble del pueblo o el brillo de una estrella lejana, cada uno aportando su granito de sabiduría y experiencia. La jornada concluyó con un sentimiento renovado de unidad, dejando a cada niño con la convicción de que cada encuentro en el círculo lector es una oportunidad para crecer, aprender y soñar en grande.